Un recorrido accidentado y angustioso.

Por Fernando Despradel
Recurrí al servicio de taxi de Uber desde Los Frailes en la Aut.Las Américas hasta una avenida céntrica de la ciudad.
Desde el primer momento el vehículo me pareció descuidado y sucio.
Ya iniciada la marcha, aun con mis escasos conocimientos de mecánica pude ir identificado desperfectos en el vehículo, como problemas de suspensión, ya que cada vez caíamos en un hoyo, se dejaba sentir.
Cuando aceleraba se producía un halón y ese inconveniente lo puedo diagnosticar, como un coi defectuoso.
El chofer, un hombre sencillo, parecido al vehículo no cesaba de clamar por la falta de dinero y su incapacidad económica para poder resolver tales situaciones.
Habíamos avanzado hasta el elevado de la Av. 27 de Febrero y me sorprendió que en el primer desvío, deslizó el Sonata para ir por la parte baja.
Próximo a la calle 30 de Marzo, detenido, esperando que el semáforo cambiara un fuerte impacto sacudió el vehículo en la parte trasera y con prontitud el chofer se desmontó para ver qué había ocurrido y quien le había impactado.
Un motorista a gran velocidad se había estrellado contra la esquina trasera izquierda desmoronando el farol, desapareciendo mica y bombillitos.
El pobre chofer perdió la cordura, lamentándose con gran dolor de lo ocurrido.
De un salto se colocó al lado del motorista para que respondiera por los daños ocasionados.
Sin mayor aparataje, el motorista tomó la de villa Diego, perdiéndose por esas vías.
Arístides no dejaba de lamentarse, ahora con este ingrediente adicional.
En pocos minutos, ya sabía que debía buscar casi $3,000.00; sino, trabajaría para cubrir multas.
Me pareció que el hombre estado atado de pié a cabeza desde el principio, en situación desesperante.
En esa angustiante situación me mostró una foto con un grupo de niños, de diversas edades y me dijo -usted ve por esos es que yo trabajo, ahora no sé qué haré-
Las penas me invadieron en solidaridad con el infeliz y su apremiante encerrona.
Al final del servicio, ordeñé mi cartera y contribuí con su causa entregándole el efectivo que tenía.
La tristeza no me abandonó ni un minuto toda la noche y al despertarme qué sería del pobre conductor hoy.