Un juego de equilibrio
Por Rafael Chaljub Mejìa
En otros escenarios he dicho que el gobierno actual es una suma de sectores sociales y fuerzas políticas.
El propio Partido Revolucionario Moderno es la suma de dos grandes fuerzas con sus respectivos líderes a la cabeza. También el gobierno tiene el apoyo de una coalición de fuerzas políticas disímiles, las mismas que determinaron el triunfo en primera vuelta.
En el gobierno está el alto empresariado. Esa burguesía cibaeña que copa y penetra todos los gobiernos y los principales grupos empresariales de Santo Domingo, todos con posiciones muy claves en el Estado.
Otra base de apoyo del actual gobierno es un importante contingente de capas medias urbanas. Que una vez fueron del peledeísmo y que luego jugaron un papel tan importante en la derrota del gobierno danilista y el triunfo del PRM y sus aliados.
Una base más del gobierno está en la aceptación que tiene en el pueblo sencillo y llano, ese que a pesar de la pandemia y hasta de madrugada salía a las calles a abuchear a los candidatos del anterior gobierno y que el día de las elecciones acudió a votar por el cambio.
El arte del presidente ha consistido en jugar al equilibrio y tratar de darle a cada quien su reivindicación correspondiente.
Faltaría espacio para entrar en detalles, pero no es difícil darse cuenta de la generosidad con que ha sido premiado el sector perremeísta que no es precisamente el que militó junto a Abinader.
Al mismo tiempo, importantes voceros de los sectores medios han sido promovidos a posiciones del Estado y respecto a los sectores populares, hay que reconocer que determinadas medidas gubernamentales han ido en beneficio de los mismos.
Por último, el presidente ha mantenido un alto nivel de aceptación por la actitud que hasta ahora ha demostrado al enfrentar la corrupción y tratar de hacer prevalecer la ética en la administración pública.
Jugando al equilibrio el gobierno ha navegado en aguas tranquilas. Pero todo equilibrio es temporal. La firma del Pacto Eléctrico envió otra preocupante señal de privilegio hacia los poderosos. Una más.
Ojalá el presidente comprenda que seguir esa tendencia y a la vez, dejar insatisfechos y seguir tirándole cargas a los de abajo, sería una inadmisible injusticia, defraudar la esperanza que estos alentaron cuando votaron por el cambio y provocar que resurja el espíritu de la protesta y se vuelvan tormentosas las aguas tranquilas en las cuales el gobierno ha navegado hasta el momento.