Salus Infirmorum
Por David Álvarez Martín
La pandemia que hemos padecido en este 2020, y que se prolongará en el 2021, ha cambiado casi todos los modos sociales y las costumbres inalteradas por años y hasta siglos. Paralizó la economía mundial y todos los sistemas educativos formales, hundió el turismo y la conectividad aérea y marítima de pasajeros. Ha despertado la sensibilidad de casi toda la humanidad, en gran medida por el aislamiento obligado, y nos preparó para uno de los mensajes más trascendente de la tradición cristiana: Fratelli Tutti.
Mientras algunos creyentes se han refugiado en devociones personales, otros se han volcado en el servicio a los más necesitados, incluso poniendo su salud y sus vidas en riesgo. Cuando algunos salieron a protestar por las limitaciones de aforo a los servicios religiosos, otros demostraron que no había limitaciones para amar al prójimo. Evoco la pregunta de Jesús: “Luego, les preguntó a los que estaban allí: «¿Qué es correcto hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?»”. ¿Nos aferramos a la forma o nos entregamos al contenido? ¿Seguimos a los fariseos o a Jesús?
Es en ese contexto que celebro como bautizado la decisión de mi hermano Mons. Jesús Castro Marte de celebrar la festividad de Ntra. Sra. de la Altagracia en una modalidad distinta a la de las grandes concentraciones de fieles de ambos pueblos de la isla que la consideran su patrona y guía espiritual. En principio las procesiones y misas multitudinarias se suspenderán y la Basílica será cerrada esos días. En cambio Mons. Castro Marte invita a cada parroquia, comunidad y familia, a celebrar la novena de la Altagracia guardando las reglas de bioseguridad. Este año estamos convocados a que ocurran miles de celebraciones por la fiesta de La Altagracia, en cada hogar y pequeña comunidad. Francisco nos da el ejemplo con la celebración de la Inmaculada en Roma.
La Virgen María, cuando oramos su Letanía, afirmamos nombres maravillosos que la identifican,entre los cuales está: “Estrella de la mañana, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consuelo de los migrantes,Consoladora de los afligidos”. Todos ellos están tan presentes en nuestra devoción de la Virgen de la Altagracia: su santuario está precisamente donde nace la mañana para nuestra isla, acudimos a ella en nuestras enfermedades, la carga de nuestros pecados nos conduce filialmente a su protección, nuestros hermanos haitianos la buscan con igual intensidad que nosotros, y en todas las aflicciones de nuestro pueblo levantamos los ojos a ella en busca de consuelo.
Alabo la decisión de nuestro obispo de la Diócesis de la Altagracia de motivar una celebración más íntima y segura para todos los fieles en la fiesta de nuestra Señora el próximo 21 de enero. Es momento de cuidar la salud de todos, especialmente de los más pobres que son la mayoría que acuden en peregrinación a su santuario. Que la obsesión por el sábado no apague el amor y cuidado que nos debemos unos a otros.