Punta Catalina, la chispa que amenaza incendiar la pradera
Por Melvin Mañon
El prestigio, la imagen y la credibilidad del Presidente Luis Abinader se derrumban. Y no queremos eso ni le conviene al país. Todo por Punta Catalina. El Presidente prometió cuidar el patrimonio nacional y adecentar el gobierno. Le creímos. Siempre hemos sabido que en la vida privada, es un hombre rico no izquierdista, pero si justo y decente. Por eso conectó con la gente a pesar de los dislates de muchos de sus funcionarios; su prestigio sobrevivía y era un puente que conectaba al poder con la sociedad civil.
Todo empezó a cambiar con las denuncias contra Lisandro Macarrulla al servicio de los Vicini, la familia más rica del país, pero también la más odiada. La gente empezó a temer que Luis no se atreviera a destituirlo. Ahora temen que se haya plegado o hecho cómplice de esos intereses. De ahí vienen las dudas, desconfianzas y las grietas en el puente.
Punta Catalina es solamente la chispa que amenaza incendiar la pradera si es que se rompe la confianza en el Presidente y -como debe suceder- este malestar se junta en tiempo y espacio con el enorme descontento por la inflación que vivimos.
Los que aconsejan al Presidente buscar la reelección nos llevan a la tragedia, no por la relección en si misma sino, por las barbaridades que tendrán que hacer para llegar ahí pero esta es ya una sociedad menos tolerante a esas cosas y el horno nacional no está para galleticas.
De Punta Catalina se puede decir: Es un mal nacido. Ahora, al amparo de una mascarada legal se privatizaría a favor de gente sin mérito, primero el usufructo y luego -con triquiñuelas- la propiedad de ese bien nuestro, sin razón, sin motivo y sin derecho.
Ya las privatizaciones pasaron de moda, su iniquidad está al descubierto y su sinrazón documentada. Los empresarios nunca fueron más eficientes sino más voraces con los bienes del Estado. El Estado no puede ser evaluado por su “eficiencia administrativa” sino por lo justo de su gestión.
Hay quienes dicen que un imbécil llamado Antonio Almonte es responsable del mamotreto legal que regala Punta Catalina a un Comité Técnico cuya única misión real sería, oportunamente, traspasar la propiedad a los Rizek, Vicini, González, Corripio etc.
Otros afirman que fue obra de Marranzini, un empresario del sector eléctrico abarrotado de conflictos de intereses y con una larga estela de fracasos. Los hay que aseguran que todo ha sido obra de Lisandro Macarrulla, cuyo consultor legal, despreciando la legalidad que debe defender, es miembro del Comité Técnico. Igual falta de credibilidad y credenciales adornan a los otros miembros del Comité Técnico.
Hay finalmente los que atribuyen la paternidad de este monstruo de Punta Catalina al grupito de las Alianzas Público Privadas repleto de abogados corporativos con talento, ambición desmedida y una formación ética totalmente “liquida” en la significación de Bauman.
Pero, ¿saben qué? Al país le importa un carajo quien se inventó, redactó y tramitó esta obscenidad. La responsabilidad última es del Presidente. Y la gente no logra comprender ni acepta que, a cambio de nada, sin mediar ninguna emergencia nacional que lo justifique Abinader ha consentido, hasta ahora, en permitir que esta atrocidad prospere y lo involucre.
El Presidente tiene compromisos y obligaciones con el electorado por encima de las que hubiera contraído con estos millonarios que han ido secuestrando el gobierno y poniendo al Presidente a su servicio. Si el abdica su papel de mediador en justicia y nos traiciona habrá consecuencias y pagaremos todos.
El Presidente no tiene partido que lo defienda y somos nosotros, la sociedad civil, no los grandes empresarios quienes LO LLEVAMOS AL PODER Y GARANTIZAMOS la gobernabilidad. No es comprando bocinas, ni sobornando voces y contratas al estilo del Gurabero infame como tendrá el país gobernabilidad y progreso.