Por Miguel Frangul

Los nativos digitales le han dado a la televisión convencional un tiro en el pie que la hará tambalearse y verse obligada a reinventarse para poder subsistir.

Ese tiro, que todavía no es de gracia, pero pudiera serlo, se lo acaban de dar las grandes productoras de contenidos audiovisuales multimedia, con una jugada maestra de toma y daca al abrir sus espacios a la publicidad comercial.

Le rebajan sustancialmente las tarifas a sus suscriptores de pago a cambio de permitirles breves nichos de publicidad en sus contenidos streaming, con lo cual buscan atraer más usuarios y, a la vez, un oxígeno publicitario que no tenían.

Si con sus formatos de streaming esas grandes productoras, como Netflix y Disney, han llegado a formar una masa de casi 500 millones de suscriptores pagados, restándole usuarios a las convencionales, con esta última y audaz jugada maestra el golpe será todavía más agudo.

Al permitir anuncios que los publicistas saben que llegarán directos y seguros a usuarios ya identificados en sus preferencias, que los podrán ver en cualquier horario y lugar, abrirán una vía más apetitosa para la monetización de sus contenidos.

Ocurrirá casi lo mismo que se ha producido en el espacio digital,hacia donde migra un alto volumen de anuncios que antes se canalizaban por medios escritos o audiovisuales convencionales.

Estos últimos, en sus formatos tradicionales, no tienen la ventaja competitiva de las audiencias, que es el campo de profundidad y alcance que buscan los anunciantes para promoverse.

La televisión convencional, que en tiempos de pandemia resultó tan beneficiada por la audiencia como Netflix y Disney, tendrá que reformular sus estrategias de sostenibilidad frente a este nuevo modelo que ha emergido.