La que mata es la flecha
Por Nestor Estevez
Una vez se apeló a despejar la duda sobre quién representaba más peligro: la flecha o quien la lanza. Pero esta vez, aunque refiera la flecha, pretendo compartir una experiencia mucho más aleccionadora.
Cuentan sobre un maestro zen que, antes de impartir una lección a sus discípulos, solicitó a los organizadores de la actividad que le facilitaran un equipo de arco y flecha.
Con toda la indumentaria a mano, el maestro se adelantó para preparar el escenario antes de que llegaran los participantes. Ya en el salón, la lección comenzó con los rituales de lugar y los aspectos introductorios relacionados con “la visión”: tema sobre el cual versaría aquella jornada.
El maestro invitó a sus alumnos a salir del salón para continuar su cátedra. Ya en el patio, orientó para que se organizaran en semicírculo, de manera que quedaran colocados de frente a una planicie en cuyo centro había colocado un blanco, a modo de un campo de tiro con arco y flecha.
Acto seguido, un asistente le facilitó al maestro, quien se había colocado en el centro del semicírculo formado por sus discípulos, el arco y la flecha que este dispararía.
Ni siquiera fue necesario que el maestro indicara poner atención. En silencio, cada estudiante seguía el más mínimo gesto del maestro zen. Todos querían saber cómo se relacionaba aquello con el tema que habían comenzado a tratar.
Con su parsimonia habitual, el maestro colocó correctamente cada pie, observó y casi acarició el arco, hizo algo similar con una de las flechas. La montó sobre el arco, tendió su brazo izquierdo en ángulo de noventa grados con su cuerpo, formó un ángulo similar con su codo derecho hasta que se tocaran sus omóplatos, tomó aire hasta inflar su pecho, y conteniendo la respiración, soltó una flecha que ni siquiera se acercó al blanco.
Entre los estudiantes reinó el desconcierto. Ninguno sabía ni siquiera hacia dónde mirar. ¿Qué hacer si chocaban mirada con el maestro? ¿Qué pensaría el maestro si los encontraba mirando a otro lado?
Aquellos instantes parecían volverse eternos. El maestro los comprendió y, aunque provocó que aquella especie de agonía se prolongara, terminó con aquel inaguantable silencio:
-Eso es tener visión, dijo el maestro. “Todos ustedes fijaron su vista en el blanco, esperando que la flecha fuera clavada en el centro. Pero tener visión es poder ver donde otros no han logrado ver”, concluyó.
Después de ese momento, solo fue necesario fijar algunos conceptos y responder algunas inquietudes y situaciones relacionadas con casos particulares. Ya se había explicado de manera muy práctica en qué debe consistir la visión para impulsar cualquier emprendimiento.
Esta lección resulta muy oportuna para muchos ejecutivos municipales dominicanos y para los territorios a los que dicen representar.
Un ejemplo de esa necesidad lo tenemos en los denominados “paradores” ubicados a la entrada de muchas localidades dominicanas. Los hay de diversos tipos y hasta con cierto grado de creatividad y vistosidad.
En algunos casos han sido motivo de críticas por el dineral invertido, en otros ha habido quejas por el “mal gusto” de quien ha diseñado, y en otros solo han criticado porque “siempre aparece alguien que se queja”.
La “patita coja” generalizada ha estado en que en muy pocas demarcaciones se ha relacionado ese lugar en donde la gente se hace selfis, con estrategias que orienten el desarrollo de la marca territorial y mucho menos con objetivos que repercutan en la mejor utilización de los potenciales y oportunidades con que cuentan esas demarcaciones para su avance. Se han limitado a imitar una moda.
Parece que nuestros “líderes” locales necesitan alguna sesión con el maestro zen que enseña sobre la importancia de contar con visión esclarecida y compartida. Y posiblemente necesitan otro que explique cómo traducir esa visión en planes, programas y acciones que generen nuevas etapas, con realidades orientadas al auténtico desarrollo de los territorios que han confiado en su capacidad para conducir.
¿O acaso se prefiere volver a discutir si es la flecha la que mata?