La libertad, al igual que la apatía, a veces cuesta sangre

Por José Ricardo Taveras Blanco

No son pocos los que cuestionan la lucha del pueblo venezolano sobre el ingenuo argumento de que implicará un elevado y sangriento costo. A ellos les advierto que reparen que ese costo no es una eventualidad o un futuro incierto, es un costo que se ha comenzado a pagar y se seguirá pagando.

Cuando un tirano tiene sentido de la historia sabe que la sangre lo ahoga en vida y en muerte, tanto a él como a su descendencia, esos suelen abrir las puertas para marcharse en paz, pero cuando además de la ausencia del sentido histórico se les añade la del mínimo sentido común, como ocurre en el caso que nos ocupa, con un Miraflores que rebuzna y mata, entonces los tiranos sucumben a la ambición para asumir como dulce destino el suicidio frente a la historia antes que el porvenir.

Históricamente, entronizar la libertad es un acto que muy frecuente y lamentablemente implica derramamiento de sangre cuándo implica enfrentar espíritus miserables, grotescos y mezquinos, despreciable expresión de todo aquello que vomita la nobleza humana para abrir paso a las más bajas y desbordadas pasiones, depravación que conduce a la preservación del poder sin importar el precio que se tenga que pagar por ello, incluso la muerte de la propia nación.

Venezuela ya conoce el simple ruido que acompaña su soledad, también conoce el precio que le toca pagar por su futuro o el que podría pagar si decide por la desidia de esperar por una redención caída del cielo, espera que de todos modos la conducirá a un lento pero seguro aniquilamiento de su libertad sabrá Dios hasta cuándo. Nadie le llevará en bandeja de plata la libertad, frente a eso, ellos sabrán decidir si viven al morir o si mueren en vida al ceder el espacio al miedo y la apatía que terminará de todos modos sepultando sus esperanzas.

Por supuesto que no se trata de que se inmolen, deben ser inteligentes para doblegar el monstruo sin el sacrificio de la vida, pero sí de hacer lo que se deba en momento que se deba, en este momento detenerse es un crimen. No queda de otra Venezuela, te toca salir a las calles, trancarte en tu casa para promover una huelga general o cualquier otro tipo de acción contundente que convierta tu acción en el eructo de un volcán, para que sepultes bajo lava la tiranía, y posada sobre sus escombros, levantes el vuelo de tu libertad.