La explotación del éxito
Por Leonte Brea
Génesis ¿Por qué Aníbal tras asestar una aplastante derrota a los romanos en Cannas no traspasó los muros de Roma para arrasarla como lo hicieron posteriormente los romanos con Cartago? Acción que, de haberla realizado, hubiera cambiado el curso de la cultura y la historia.
Se han barajado tres razones para explicar la actitud asumida por Aníbal tras su legendaria victoria (Posteguillo, Roselló, Fernau). La primera se refiere a que el general cartaginés llegó a Roma con una tropa diezmada, cansada, con miles de heridos, carente de medios – torres, catapultas, escorpiones – para penetrar los muros que la protegían y sin la seguridad de que Cartago le suministrara tropas para reponer las pérdidas sufridas en Cannas. La segunda apunta a una consideración de carácter estratégico político: prefería realizar alianzas con los demás pueblos itálicos, dominar la región y así mantener aislada a Roma del resto de Italia para convertirla en una especie de provincia. Y, por último, la concepción romántica, la cual entiende que el general cartaginés no devastó a Roma porque “no era un destructor”.
Sostenemos que Tito Livio, al relatar de manera novelada este acontecimiento, dejó traslucir la emergencia de una nueva táctica militar. Resulta, siguiendo al historiador romano, que cuando Aníbal logró triunfar en Cannas ordenó de inmediato el descanso de sus fatigadas tropas. Decisión que disgustó profundamente al comandante númida Maharbal, quien, sin pensarlo dos veces, se atrevió a señalarle, con ese entusiasmo febril que suelen tener los vencedores, que hiciera todo lo contrario. Que continuara la marcha trepidante hacia Roma porque, de seguir ese camino “dentro de cinco días celebrarás un banquete en el Capitolio”. Mas, al observar que esa no era la decisión de su comandante, lo increpó, no sin un dejo de amargura, con estas sabias palabras: “La verdad es que los dioses no se lo conceden todo a una misma persona. Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria”.
La explotación del éxito
No cabe duda de que, con esta admonición premonitoria puesta en boca de Maharbal, Tito Livio estaba aproximándose al concepto de explotación del éxito. Falta saber si los resultados de la batalla de Cannas, más lo acontecido en Tesino, Trebia y Trasimeno, satisfacen los criterios para llevar a cabo esta maniobra. Si se cumplen sin que Aníbal la pusiera en marcha, seguramente habría cometido un error táctico de graves consecuencias históricas. Si no se cumplen, podemos afirmar que la borrasca emocional que envolvió el ambiente tras batalla victoriosa obnubiló la mente de Maharbal al punto de incapacitarlo para ver la realidad.
El planteamiento anterior nos lleva a la definición de la explotación del éxito, a establecer sus componentes y determinar la importancia de cada uno de ellos en el entramado de una maniobra que sólo puede realizarse bajo ciertas condiciones. Tal deslinde nos permitirá valorar las visiones tan diferentes de la realidad que tuvieron estos grandes guerreros.
En fin, la explotación del éxito constituye la fase final de lucha entre dos o más contendores, en el que uno de ellos, luego de lograr el dominio en el campo de batalla o en el escenario político, toma la decisión – ante un enemigo desmoralizado, en retirada, desorganizado, desguarnecido, carente de narrativa , sin muchos efectivos ni iniciativa – de ampliar el triunfo sin que esto implique un gran riesgo o mucho esfuerzo.
Consecuencias
Conlleva generalmente la persecución del derrotado, la toma de posiciones no previstas, la fractura de sus canales logísticos y el empleo de ciertos mecanismos psicológicos con la finalidad de: a) Desmoralizarlo, es decir, de destruir su confianza , crear una sensación de derrota e indefensión; b) Dividirlo de tal manera que crezcan en su seno las contradicciones internas y se debilite cualquier forma de cohesión grupal; c) Cooptarle parte de su fuerza, neutralizarla o inhibirla ; d) Restarle credibilidad tanto entre sus seguidores como en la población; e) Sustraerles aliados que, ante la derrota inminente, tienden a pasarse al bando del potencial ganador para evitar castigos, conseguir protección y canonjías; y f) Construir una narrativa de la realidad lo suficientemente hegemónica con el fin de desplazar la sustentada por el poder en declinación y de crear la percepción de que el nuevo relato proyecta la realidad misma.
Pero no siempre se puede visualizar objetivamente la realidad y, por lo mismo, determinar cuando están dadas las condiciones para emprender una maniobra de esta envergadura. De todas formas, y sin restarle importancia al planteamiento de Clausewitz sobre la opacidad en que se presenta la realidad y el carácter especulativo con que el estratega aborda algunos de sus contenidos, el concepto explotación del éxito es en sí mismo complejo. Lo es, porque tiene varios componentes que no siempre se presentan en una misma situación y con igual intensidad. Quizás por eso, Maharbal veía la oportunidad para ejecutarla, mientras Aníbal no la percibía. En otras palabras, es posible que por ponerse en marcha sin estar dadas las condiciones se fracase. O, por el contrario, que no se realice cuando se presentes tales condiciones y se pierda la ocasión para conseguir la victoria.
Son muchos los factores que pueden llevar al estratega a cometer cualquiera de estos dos errores básicos. Entre otros, destacamos: 1) La falta de información o la abundancia de desinformación; 2) La personalidad del estratega. Los temerarios tienden a ejecutarla con un mínimo de condiciones, los prudentes intentan obtener la máxima información antes de llevarla a cabo, los irresolutos y temerosos probablemente nunca la ponen en acción aunque estén dadas las condiciones y lo soberbios podrían perder tiempo para realizarla por sentirse autosuficientes; y 3) Ciertas patologías que genera el poder en la dinámica grupal. Entre varias, el pensamiento grupal, el cual tiende, conscientemente a distorsionar la realidad.
En fin, todo parece indicar que tanto en la política como en la guerra, quienes han tomado correctamente esta decisión nunca se arrepintieron de haberlo hecho y quienes no la tomaron teniendo las condiciones favorables para hacerlo, terminaron pagando un alto precio por su error: persecución, cárcel, descrédito y empobrecimiento.