Ilegales, incendios y terremotos: la gran amenaza

Por: Glenis E. Féliz
La República Dominicana ha entrado en una situación de no retorno y transita en vía a la
devastación por culpa de la ambición de políticos y sectores oscuros, alineados todos con un
mismo fin: lograr su satisfacción personal, sin importar lo que cueste, y sin importar qué y a
quiénes van a destruir.
Solo para no abrumar tanto a los lectores, vamos a tocar tres problemas fundamentales: la
cantidad indeterminada de ilegales haitianos en territorio dominicano, donde los principales
causantes somos los propios dominicanos, políticos y diplomáticos, guardia fronteriza, y un
empresariado que los contrata para la agricultura, para la construcción, para el turismo y para
el servicio doméstico, ante una dirección general de Migración que cada día tiene un escándalo
nuevo.
La principal amenaza para nuestra nación es la destrucción masiva de los recursos naturales,
vía la tala de árboles para madera, para leña, para carbón vegetal y para conucos de ciclos
cortos que siempre traen incendios forestales que, ante un ministro de Medio Ambiente que él
mismo ha expresado públicamente que: "no sabe de eso y que él es economista", representa
un desafío para todos los buenos dominicanos, mientras los depredadores forestales siguen
prendiendo fuego que se convierten en incendios en las montañas de la cordillera Central
donde están nuestros principales parques nacionales protegidos por la Ley 202-04, porque allí
nacen nuestros principales ríos.
A la amenaza anterior se suma la grave contaminación de los ríos y los acuíferos subterráneos,
y ahora también se suma la casi inmanejable sequía que nos muestra que la naturaleza tiene
sus propias reglas de juego y que cuando la sequía se extrema amenaza la producción agrícola
y amenaza el suministro de agua para los acueductos, por lo que al final las culpas quedan
distribuidas entre la naturaleza que aplicó una disminución del régimen de lluvias y la falta de
planificación en una sociedad donde muchos tomadores de decisiones desconocen los
principios científicos que rigen el ciclo del agua, o ciclo hidrológico, estando claro que en
nuestra política, durante décadas, salvo algunas excepciones, no hemos tomado acciones
preventivas para construir más presas, remover los sedimentos acumulados en los embalses
de las presas, reforestar y proteger las cuencas de los ríos, y sacar la agricultura, la ganadería y
los asentamientos humanos de las cuencas sensibles, de manera que, aún con sequías, el agua
esté verdaderamente garantizada, y esa tarea también le corresponde a las autoridades de
turno, en cada Gobierno, pues lo correcto es bien administrar un recurso vital para todos,
como lo es el agua.
Finalmente, y no menos importante, es la preocupación que vemos en una gran parte de la
población ante la frecuencia de temblores de tierra que producen intranquilidad en la
sociedad, muy especialmente luego del sismo de magnitud 5.3 ocurrido el día 1 de febrero en
la falla de Enriquillo-Los Muertos, con epicentro al sur de Matanzas, Baní, y que de inmediato
trajo a la memoria del pueblo dominicano la gran devastación provocada por terremoto de
magnitud 7.0, ocurrida en Haití en el año 2010, la que hizo colapsar unas 400 mil edificaciones
y 5 mil escuelas, todas mal construidas sobre suelos arcillosos flexibles, a lo que ahora se le ha
sumado la reciente tragedia sísmica ocurrida en Turquía y en Siria, con dos poderosos
terremotos de magnitud 7.8 y 7.5, que han devastado varias ciudades del sur de Turquía y del
norte de Siria, y donde más de 50 mil personas murieron, más de 100 mil resultaron heridas y
más de 85,000 edificios quedaron destruidos por una mala combinación entre grandes fuerzas

de la naturaleza y gran ambición económica, más que desmedida, del ser humano que en su
afán de ganar más y más dinero se economiza el dinero necesario para fortalecer las
estructuras y para construirlas en lugares seguros por la presencia de rocas, quedando
demostrado que la seguridad de escuelas, hospitales y viviendas no es una prioridad de la
mayoría de políticos y de constructores a nivel local y a nivel global, por lo que debemos
aprender de Haití y de Turquía con esas 2 devastaciones y con esas 2 tragedias humanas que
pudieron ser menos graves y menos dolorosas si la ingeniería hubiera utilizado los recursos
técnicos disponibles atendiendo a modernos códigos y procesos de construcción para resistir
las fuerzas de la naturaleza.
En fin, las grandes amenazas para los dominicanos, a nuestro juicio, más que las fuerzas de la
naturaleza, están en la ambición desmedida del ser humano, y en la manera despiadada e
irracional de agredir y dañar el medio ambiente, sin pensar en el presente y en el futuro de los
demás, y peor aún, las autoridades actúan y juegan al optimismo excesivo y a la
desinformación, porque los políticos siempre piensan, en todos los Gobiernos, que todos
somos ignorantes, pero en un mundo globalizado, e intercomunicado, la historia se encargará
de juzgar a cada cual en función del papel que jugó en su tránsito por esta vida.