HASTA QUE PUNTO EL MORBO Y LA VULGARIDAD LACERA A LA SOCIEDAD

Por Darío Cuba

El impacto del morbo y la vulgaridad en la sociedad es significativo, pues afectan diversos
aspectos de la convivencia, la cultura y los valores individuales y colectivos. Cuando estos
elementos se normalizan en el discurso público, pueden erosionar la sensibilidad y el respeto
en las interacciones humanas, llevando a una sociedad más insensible y menos empática.
Desde una perspectiva cultural, la constante exposición a contenidos morbosos y vulgares
puede influir en la manera en que las personas perciben la realidad. La banalización de ciertos
temas y la falta de límites en la expresión pueden contribuir a la degradación de principios
como el respeto, la dignidad y la ética. En el ámbito social, esto puede traducirse en una
comunicación menos constructiva y en una convivencia marcada por la falta de consideración
hacia los demás.
En términos de comportamiento, el exceso de morbo y vulgaridad puede impactar
especialmente a los jóvenes, quienes están en proceso de formación de identidad y valores. La
exposición constante a contenidos sin filtro puede generar una percepción distorsionada de lo
que es aceptable, promoviendo actitudes irrespetuosas o agresivas. Además, puede contribuir
a la pérdida de profundidad en el pensamiento crítico, haciendo que se prioricen temas
superficiales sobre cuestiones más relevantes para el desarrollo personal y colectivo.
Por otro lado, es importante reconocer el papel de la libertad de expresión y la diversidad
cultural. No se trata de imponer restricciones absolutas, sino de fomentar una conciencia
sobre el impacto de ciertos contenidos en la sociedad. La educación y el diálogo juegan un
papel clave en la construcción de una comunicación más responsable, promoviendo valores
que contribuyan a una convivencia más saludable y respetuosa.
En conclusión, el morbo y la vulgaridad pueden afectar negativamente a la sociedad cuando se
vuelven excesivos y sin control, degradando la comunicación, la percepción de los valores y la
sensibilidad colectiva. Sin embargo, el equilibrio entre la libertad de expresión y la
responsabilidad social puede ayudar a mitigar sus efectos, promoviendo un entorno en el que
el respeto y la calidad en el intercambio de ideas prevalezcan. La clave está en mantener una
conversación consciente y enriquecedora, que construya en lugar de destruir.

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