Por Celedonio Jiménez

Los partidos políticos constituyen una fuerza motriz fundamental para catapultar o proyectar el ascenso al gobierno de agrupaciones o conglomerados humanos.

Pero resulta que en nuestro país y a nivel internacional las encuestas presentan a los partidos políticos en los peores lugares de la opinión pública; ahí han colocado a los partidos políticos encuestas como la de Gallup y Barómetro Global de la Corrupción.

Eso no me hace tener una irrealista posición “anti-partido”, pero es muy llamativo que sean los cuadros y dirigentes de esas estructuras cuestionadas los que llegan y copan los gobiernos.

Hay una premisa fundamental: los que alcanzaron el favor popular van al poder. Y otra premisa es, que los que se fajaron, los del partido, son los que tienen el derecho a ocupar los puestos del gobierno.

Este presupuesto es, en parte válido y en parte es discutible. Tiene vinculación con una de las expresiones de nuestra actual crisis ética referida a la falta de claridad, a la ambigüedad sobre lo que es lo bueno y lo que es lo malo, lo que es lo correcto y lo incorrecto.

A partir de esta premisa se hace realidad que muchas veces los que van al gobierno no son los más aptos, sino los que se “fajaron en la campaña política”. Peor es el caso de los que consideran que gastaron mucho en la campaña, y que deben llegar al gobierno para “recuperar lo invertido”.

El gobierno actual del Lic. Luis Abinader se encuentra hoy bajo una gran presión por parte de “compañeros” que, habiéndose “fajado”, entienden que se le debió nombrar ya en un cargo dentro de la administración pública.

Y esta presión se hace más difícil por las críticas correctas hechas a los gobiernos peledeístas de Danilo Medina, a los que la oposición y los medios de comunicación calificaron como clientelares, por llegar en su fase final a la cantidad de 650 mil servidores, duplicando una nómina que en su primer gobierno era de 336 mil empleados.

Una de las críticas que se ha hecho al gobierno perremeista actual es que en algunas áreas de la administración pública se han producido cancelaciones de personas capaces y correctas, así mismo no se ha observado un gran empuje, dentro de una visión amplia de Estado, hacia la consolidación de una burocracia pública ajena a la política partidaria, señalada por el sociólogo Max Weber, como la más pura autoridad racional o legal.

Los gobiernos para ser eficaces y transparentes deben tener criterios claros para la selección y designación de sus integrantes.

Sus componentes deben ser personas que conozcan y apliquen los principios de una buena y honesta gestión.

El ejercicio ético desde el Estado es el norte. Pero ese ejercicio político deja de ser ético cuando los intereses de grupos en el poder se ponen por encima del deber.