En 11 segundos..se hizo la oscuridad

Por Fernando Despradel
Louis Michel no recordaba bien a sus padres, luego que en una jornada violenta los ranchos del pueblito donde vivían en el Sur de Haití fueron incendiados y sus padres brutalmente degollados y quemados, salvó dejándose deslizar por una pendiente.
Caminó día, tarde y noche con frenesí, deteniéndose a tomar agua de los arroyos a su paso, comer mangos y otras frutas que atrapaba.
Después de varios dias de su interminable caminata se asomó a los suburbios de Gonaive.
De noche, con extrema precaución recorría las calles del pueblo.
Fué tomando confianza y se unió a un grupo de muchachitos desamparados que hacían cualquier servicio en el mercado, desde cargar carbón hasta llevar pesadas cargas de víveres y comestibles a distancias considerables.
Ganó confianza con un cliente, quien lo distinguía y seleccionaba para llevarle las compras a su casa.
Un día le dijo Louis, debieras servirme en el negocio y aprenderás mucho, teniendo un techo seguro.
El joven esbozó una amplia sonrisa en forma de aprobación.
Desde ese día se convirtió en el más rápido buscador de piezas de motores en la tienda de Joseph Lemarche; a tal punto, que los clientes exigían por su rápido servicio.
Ya se escuchaba con mucho temor lo que ocurría en poblaciones vecinas de las barbaries que cometían las pandillas, destruyendo todo a su paso, sembrando la muerte y desolación.
Su patrón había ido tomando la precaución de sacar el dinero y ponerlo a buen recaudo, dejando agotar el inventario sin reponer, hasta que llegó el momento de cerrarlo.
Las pandillas se acercaban, el humo enrarecía el ambiente, llenando de temor a sus habitantes.
Don Joseph y su familia huyeron al norte, a Cabo Haitiano.
Louis Michel se había enterado a través de unos clientes de la tienda sobre una ruta segura para llegar a la República.
Ellos lo apreciaban tanto que sólo tenía que buscarle unos cuantos gourdes para la gasolina y «lo pondrían en la ruta».
Conocía a Francisque desde que se inició en la tienda de repuestos, a él lo encargaron de transportarlo por una accidentada ruta montañosa, que duró casi un día completo; una parte en motor y la mayor distancia a pié atravesando peligrosos precipicios.
Finalmente llegaron a una parte de la frontera desierta, caminaron con extremo cuidado, alejándose de la carretera cuando escuchaban algún sonido, hasta llegar al destino: una casucha en pleno monte.
Debía esperar, lo recogerían; en tanto, debía descansar.
Louis no tardó en incorporarse al tren laboral de la construcción, encontrando un trabajo bien pagado y con cierta seguridad, ya que el ingeniero tenía sus enllavaduras.
Todo marchaba bien, pero sus amigos de otras obras, rumoraban que las «cosas habían cambiado», que se cuidaran.
Una tarde, cuando ya casi recogían, sonó el teléfono en alarma e instintivamente corrió como un loco hasta el piso más alto que pudo y se escondió detrás de una pared, el corazón se le salía del pecho, sonaba como un viejo camión.
Los segundos fueron eternos, sintió pasos y una voz gritó «ahí detrás de esa pared».
Su mente se trasladó a su pueblito, con las casas ardiendo y la macabra imagen de sus padres asesinados..
Como un autómata se dirigió a la pared que daba al vacío..
Transcurrieron 11 segundos desde que Louis se lanzó del piso 10 de la torre en construcción y todo quedó en oscuridad en su mente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *