El robo es robo, sea legalizado o no
Por Narciso Isa Conde
Los incentivos a poderosas corporaciones empresariales es una forma de regalar lo ajeno, de darle a uno pocos privilegiados lo que pertenece a toda la sociedad. Dicho esto en un lenguaje suave, porque realmente, más que “regalar lo ajeno”, se trata de legalizar una modalidad de corrupción para favorecer a elites capitalistas con fuertes conexiones políticas.
El tema viene al caso por lo que con mucha propiedad y sin tapujos está diciendo sobre los “incentivos” al turismo un destacado experto en la materia; intelectual orgánico del sistema, libre de sospechas de izquierdismo y anti-capitalismo, pero si apegado a las verdades que puede arrojar una investigación seria, basada en una determinada ética profesional y conocimientos sólidos.
Me refiero concretamente a las opiniones de Juan Lladó, quien ha afirmado que “por el crecimiento sostenido que ha experimentado el sector turístico ya no es necesario que el Estado lo siga favoreciendo con incentivos fiscales” y agrega que “desde hace décadas organismos multilaterales sugieren que se elimine ese tipo de exenciones”. ¿Ya no es necesario? ¿O nunca fue necesario?
Juan Lladó
Merece destacarse que el propio Lladó sumó a su valiente propuesta que “hace décadas organismos multilaterales sugirieron eliminar ese tipo de exenciones”. Esto es: objetaron voluminosos sacrificios estatales, a favor de unos pocos mega-millonarios y en detrimento de programas sociales. Entonces: ¿Por qué no lo eliminaron? ¿Por qué darle hasta lo que no necesitaban para crecer como han crecido? ¿Por qué tanto amor y durante tanto tiempo?
El robo es robo, sea legalizado o no, y prevalerse del poder para repartir graciosamente durante tantos años fondos multimillonarios aportados por los contribuyentes, es una forma de robarle cuantiosos recursos a la sociedad y un modo de empobrecerla. ¿Quiénes pagarán esa deuda colosal? ¿Quiénes pagaran las culpas de un delito sofisticado, aunque delito al fin?
No sé si fue sin querer, no sé si fue “sin querer queriendo”, pero los misiles de Lladó, quiera él o no quiera, van directo al pecho de los magnates del turismo radicados aquí y a la cabeza de un presidente-empresario con fuertes intereses en el sector, ayudado por un Ministro de Turismo y otro de la Presidencia de parecidas estampas empresariales, ambos designados en función de intereses privados.
Así el tráfico de influencia se facilita y los conflictos de intereses están a flor de piel, tanto como los bajos salarios en el sector, la tala de manglares y la salinización de los acuíferos a consecuencia de los pozos tubulares, a los que también se refirió Lladó, cual cuña inteligente del mismo palo.