El problema es Punta Catalina

Por GUARIONEX LUPERON
El problema es Punta Catalina, sin duda. Como la vida trágica de los príncipes de España, que la historiadora Vicenta Márquez analiza en ¨El trágico destino de los hijos de los reyes católicos¨. La vida desdichada de la reina Catalina, al igual que la Central Termoeléctrica Punta Catalina, atemoriza La Corona.
Como si este bien público del parque energético dominicano, tecnológicamente eficiente y apetecido, porque genera cerca del 35 % de la energía que se sirve al mercado de consumidores de energía, fuera la gran tragedia de los dominicanos.
Pero resulta que Punta Catalina tiene dos años produciendo energía, de modo sostenido, eficiente y rentable, aun con las élites de poder y simbólicas (de afuera-grupos de presión que se usan para eso, con oficina, presupuesto y las garras del diablo punchando- y de adentro del Gobierno-) en contra, retorciéndoles el rabo.
Servio Tulio Castaños Guzmán, que no es el insigne Marco Tulio Cicerón, ¨defensor de la patria romana¨, pero igual, es un monarca del derecho y de la sociedad civil dominicana, vicepresidente de la Fundación Institucionalidad y Justicia, inquieto porque pongan la Ley de Compras y Contrataciones de un solo lado, al servicio de la Curia para que puedan servirse un billón de pesos a las anchas, como todas las cosas de este país, dice que Punta Catalina es ¨una obra escandalosa¨.
Igual que la emperatriz Catalina II -La Grande- de la antigua Rusia, pero pese a sus escándalos sexuales, esta mujer ¨modernizó la Rusia de aquella época¨. La Punta Catalina, con todos los entramados que les indilgan, modernizó el sector eléctrico dominicano, le dio estabilidad y se constituyó (lo más importante y su desgracia) en una coyuntura difícil para el país, en un valladar para frenar el chantaje.
Las tres Catalina: la de Aragón y la emperatriz rusa vivieron ¨rodeadas de amantes secretos¨ y de lágrimas y Punta Catalina (la termoeléctrica), rodeada de codiciosos secretos y ¨delaciones¨ de agentes privados y públicos que han pululado desde cuando Dios dijo «Sea la luz« (Génesis 1:3).
Ahora como el país lo dirige un presidente empresario. el Estado Católico en mano de Lutero (siempre ha sido así). Como decía en mi artículo anterior, que cree en el fomento de los fideicomisos públicos, impulsando una hemorragia de este tipo de instrumento jurídico, amparados en una normativa deficiente, fragmentaria y poco transparente.
Porque como decía en mi artículo anterior, se quiere usar la Ley de Alianzas público-privadas para tales fines y resulta que esa ley se refiere a fideicomiso de alianzas público -privadas, donde no hay una ¨Distribución de riesgos¨ entre las partes y el Estado se somete al ¨Derecho de intervención o subrogación¨ de los inversores o acreedores. Una forma de usar los fondos públicos, evadiendo ¨las reglas de disciplina financiera, transparencia y fiscalización del gasto público¨, como ha pasado en América Latina.
El problema ni siquiera es el Gobierno ni el fideicomiso público traído por los moños. El problema es Punta Catalina y quién se atrevió a meter al Estado a incursionar en un mercado próspero y cautivo.
El problema es la presión que tiene el Gobierno, el actual, el anterior y el próximo que venga con ese activo público, paradójicamente, apoyado en una visión que la Catalina es un mal ejemplo de inversión pública, aunque fuera bien concebido y productivo.
Sobre todo, en un momento donde la base social de clase media que sirvió de apoyo al Gobierno está en declive, por el mal manejo del choque externo de los combustibles y la inflación en la economía dominicana. En el marco de esa lógica, mientras Punta Catalina sea un bien público que opere correctamente, ni el país ni el Gobierno ni los actores que intervinieron en la formulación y ejecución del proyecto van a tener paz.
A Punta Catalina, ¡Dios no lo quiera!, le va a pasar como le pasó a la reina Catalina de Aragón, que a la muerte del frágil rey Enrique VII de Inglaterra se desposó con su hermano el rey Enrique VIII, un demonio que por el amor de otra mujer desacreditó a la reina y como la iglesia católica le negó la disolución del matrimonio, rompió con la iglesia, cambiando la historia universal.
No duden, que, en cualquier momento, con esta inflación, la subida descomunal de los combustibles, de la canasta familiar y toda la polvareda que se está levantando alrededor de esta majestuosa obra, cambie la historia dominicana.
cerrona1@hotmail.com