El buen y el mal servicio; Las dos caras de la moneda

Por Fernando Despradel
Recientemente asistí a una tienda por departamentos de la ciudad para comprar una camisa formal para utilizarla en un traje.
Escaseaban, las informales inundaban la exhibición.
Casi me doy por vencido y ya estaba dispuesto a ir a otra tienda.
Apareció una señora entrada en años, y con algún tiempo laborando en el lugar.
Por arte de magia María localizó la camisa y al medírmela encajó bien en mi cuerpo.
Pero…
La camisa presentaba como un lado empolvado o sucio.
Mi hada madrina restó importancia a la dificultad surgida, la tomó y en pocos minutos «asunto resuelto», el sucio había desaparecido.
Le dí solemnemente las gracias y alguien que había sido testigo del proceso comentó -lástima que a la hora de botarla los dueños no toman en cuenta acciones meritorias como la que usted acaba de hacer-
Con nobleza María contestó, -estoy segura que fulanito de tal (el dueño) no actuaría así, él aprecia y valora mucho a sus empleados-
Cuando vestí la camisa sentí que llevaba una prenda elegante y mágica, bendecida por esa hada madrina llamada María.
No me duró mucho ese exquisito sabor del «buen servicio», cuando sufrí todo un drama por sentirme maltrato como cliente.
Acudí a una farmacia donde asisto regularmente por el trato afable de sus dependientas, esta vez estaba una empleada que no había tratado.
En medio de la transacción, otra empleada, sin pedir disculpa interrumpió la operacion por unos minutos que parecieron eternos.
No me pude contener, con decencia y cordura le externé la queja a la joven.
Esta se molestó, expresándome que otra empleada quería decirle algo y que no le agradaba que le pelearan.
Le hice saber con la voz más pausada e inofensiva que sencillamente le estaba señalando «que el cliente es el protagonista de negocio».
La joven estalló en ira, reiterándo que «no le agradaban los pleitos».
Casos como el segundo los sufrimos como clientes victimizados con frecuencia cada día; de manera tal, que cuando reclamamos la otra parte se siente ofendida.
Cuando aparecen hadas, como doña María son premios que nos regala el destino, ese dia juguemos la loto, estamos de suerte.