Boca Chica y otras playas sufrieron tremenda pesadilla.

Por Fernando Despradel
Lo ocurrido en el segmento popular del turismo criollo durante la Semana Santa debe  mover a un profundo análisis de los organismos involucrados en el sector; desde el Ministerio de Turismo, ayuntamientos locales y representantes del sector de hoteles y restaurantes.
Ya con los reportajes de las diversas cadenas televisivas que cubrieron las diversas playas del país desde el Jueves Santo se presagiaba el debacle.
En un popular restaurant ubicado en la playa de Monte Río de Azua, éste presentaba un ambiente desolador, ni una mesa ocupada.
En Boca Chica ocurría lo mismo, con el griterío colectivo de los dueños de tarantines y bucones.
En Las Terrenas la escena en una de las tradicionales playas de esa zona, no parecía que estuviera ocurriendo.
Desde Constanza un  familiar también me reportaba «que las cosas estaban lentas».
Ciertamente, varios factores se combinaron para mantener a los ciudadanos en sus casas:
Muchos coincidieron en que la situación anímica de muchos estaba afectada por la tragedia del Jet Set.
Otros, a la falta de bullanguería y ruido reinantes en playas y desaparecidas por la prohibición oficial.
También en muchas zonas los fuertes aguaceros se dejaron sentir.
Pero en el caso específico de Boca Chica desde tiempo atrás la propaganda de precios abusivos y prohibitivos corrió como un reguero de polvora.
Las cuentas resultaban  astronómicas por unos humildes pescaditos al estilo «Boca Chica».
En la playa de Najayo la contaminación sónica se torna desesperante tradicionalmente: un tarantín hace sonar una bachata; el otro, una salsa y un bendito dembow no podía quedar a un volumen tan alto, que   los tímpanos de los parroquianos quedan afectados.
Además de los precios,  el desorden musical y la higiene debieran trabajar en la calidad de los alimentos, presentación de los platos y de los meseros, así como en mejorar la oferta gastronómica.
Espero que esta pobre gente pueda salir de los elevados inventarios, ya que esos freezers se veían repletos de pescados en plena Semana Santa.

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