Bambúes y democracia
Por David Álvarez Martín
El Caribe, por su compleja historia, ha gestado muchas mentalidades autoritarias, con egos tan dilatados como el de un Rafael Leonidas Trujillo en nuestro país o un Fidel Castro en Cuba.
Si esos son personajes autoritarios paradigmáticos que sometieron a sus sociedades a regímenes inconsultamente, los hay semejantes en nuestro medio en abundancia, en menor escala, no por tener un ego más reducido, sino porque su cuota de poder es más limitada.
El autoritarismo se expresa de tantas maneras, incluido el machismo, el racismo y la aporofobia, y en política tiene manifestaciones diversas con el elemento común de que: “aquí mando yo y hago lo que me venga en gana”. Dele a cualquiera el control de acceso de una puerta sin importancia y verá lo que es un pichón de dictador.
La ciudad de Santo Domingo ha sido sometida brutalmente a intervenciones que han modificado su identidad y enajenado profundamente el sentido de pertenencia de los habitantes con su urbe. La herida que produjo la avenida 27 de febrero que cercenó barrios importantes con el objetivo de crear vías de intervención militar en casos de insurrecciones populares, sigue siendo un modelo de daño urbano mayúsculo.
Luego los elevados y desniveles en esa misma avenida bloquearon el cruce peatonal entre el norte y el sur de la ciudad, transformando nuestra ciudad en un ámbito para vehículos, hostil para peatones.
El parque Mirador Sur y el Mirador Este han sido reducidos en sus áreas boscosas por acciones totalmente ajenas a su naturaleza y muchos alcaldes y gobiernos los trataron como el patio de sus casas.
A un alcalde se le ocurrió colocar una grotesca llave de agua en la Máximo Gómez con Washington, felizmente removida una vez completó su periodo. La foresta de la ciudad ha sufrido una invasión de “palmeritas” que, o son evocación trujillista, o representan un buen negocio para quien las vende. Y ahora, contra todo sentido de pertinencia urbanística, funcionarios “autonombrados” de la Alcaldía han cortado muchos bambúes del Parque Iberoamericano.
La cuestión de estas prácticas estriba en la falta de valores democráticos de parte de los incumbentes del Estado, que no reconocen que todo lo público es cuestión que nos concierne a todos y demanda el conocimiento, valoración y participación de todos.
La reacción de los vecinos organizados de ese sector y del Conservatorio se ha hecho escuchar en los medios de comunicación y eso es parte fundamental de la democracia.
En esa misma zona tuvieron que luchar los vecinos contra el ruido y la chercha de la iluminación en Navidad en años precedentes. Hizo bien Carolina Mejía en deshacer en parte ese entuerto, pero ha de ser esa acción suya en todos los casos futuros el paso inicial.
Toda intervención urbana debe ser dialogada con los vecinos y todos los actores afectados, para que sea una gestión democrática, y quienes representen la alcaldía deben ser verdaderos funcionarios designados.
Si Santo Domingo sigue siendo el terreno en que autoridades de todos los niveles hacen lo que les viene en gana, simplemente nosotros nos desvincularemos afectivamente de la ciudad y nos atrincheraremos en nuestras viviendas y que de la puerta para afuera hagan lo que quieran.
El mejor servicio que puede brindarle la alcaldía recién inaugurada a la ciudad es empoderar a sus habitantes en la mejora del hábitat urbano y la conservación de lo mejor que tenemos como ciudad. No basta que la autoridad municipal sea escogida democráticamente, debe comportarse en todas sus acciones democráticamente, en diálogo permanente con los munícipes, con transparencia en sus acciones.
Si el problema ahora son los bambúes, luego vendrán temas como la “ciclovía” que han pintado en varias calles sin tomar en cuenta el ancho de los carriles o el reciclaje de la basura que es un asunto del máximo interés.
Señora alcaldesa usted ganó con el sólido respaldo de la clase media de nuestra demarcación y esa clase social está envalentonada contra quienes mal le sirven y hasta gobiernos ha sacado que se creían pegados con cola a la Presidencia y el Congreso.
Es momento oportuno para rectificar y diseñar una gestión municipal que cuente con el respaldo militante de todos sus habitantes y la participación voluntaria de quienes vivimos en el Distrito Nacional. O ejecuta una administración municipal participativa en todos los aspectos y sectores, o tendrá el rechazo de quienes valoramos la democracia y el servicio al bien común. Nada impide que usted se convierta en la líder de la mejor gestión democrática municipal del Distrito Nacional.