Arranca cronómetro para medir promesas del cambio

Por Luis Garcia

Era el mediodía del 16 de agosto del año 1996, y justo en el momento en que Leonel Fernández acababa de pronunciar su primer discurso como Presidente de la República Dominicana, observé al entonces joven reportero de Listín Diario y hoy director de El Día, José P. Monegro, acercarse tímidamente al extinto profesor Juan Bosch, en el Salón de la Asamblea Nacional.

La conversación con el ya, en ese momento, casi nonagenario líder fundador de los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y del de la Liberación Dominicana (PLD), fue muy breve.

Curioso, yo también laboraba como periodista del citado diario, le inquirí acerca de qué le había preguntado, a lo que me respondió que había sido sobre su parecer de cómo vislumbraba sería la administración de su discípulo aventajado.

La respuesta de Bosch consistió en que no podía prejuzgar el futuro, por lo que habría que esperar, porque el tiempo se encargaría de establecerlo con claridad meridiana.

En una especie de paralelismo histórico, hoy comienza formalmente una nueva administración gubernamental, encabezada por otro joven, esta vez Luis Abinader, de 53 años de edad, en medio de una inusitada euforia de cambios y de transformaciones para las que, quizás, en la República Dominicana no existan las condiciones, sobre todo, debido a la crisis sanitaria global generada por el coronavirus Covid-19.

La pandemia también ha engendrado otras crisis a nivel mundial, entre ellas política, económica y geopolítica; sin descartarse que en sociedades como la dominicana, caracteriza por la debilidad institucional y la interdependencia de naciones desarrolladas, pudiera hasta provocar convulsiones sociales a mediano plazo, si el gobierno se ve incapacitado para responder adecuadamente a las demandas de la gente.

Otra cuestión a observar es que no resulta lo mismo la gobernanza en el siglo XX que en el actual. En el siglo XXI, las relaciones de poder han cambiado mucho, especialmente en la última década bajo el influjo de las redes sociales, que juegan con “verdades emotivas” y que, no necesariamente, constituye la realidad.

Durante la primera mitad del siglo XX, los escritores británicos AldousHuxley y George Orwell expresaron sus temores, con visiones hacia el porvenir, acerca de que la verdad resultara manipulada o cambiada en su esencia.

Huxley, filósofo y escritor, que emigró desde joven a Estados Unidos, lo hizo en su obra “Un mundo feliz”, y Orwell en la novela política de ficción “1984”. Ambos formulan serias críticas en ese sentido, que ameritan ser valoradas a la luz de lo que ocurre en la actualidad.

En estos tiempos, el economista y politólogo venezolano Moisés Naím, en la exitosa obra “El fin del poder”, indica que “el poder en el siglo XXI es más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”.
El nuevo gobierno llega a la República Dominicana en un momento en que el coronavirus sigue su curso de contagios, y el reporte diario de decenas de víctimas mortales en esta parte de la isla La Española.

En la actual coyuntura, solo queda desear suerte a la administración de Luis Abinader ante los desafíos de la crisis sanitaria y esperar, como apreció Juan Bosch en 1996, respecto a la administración que para entonces comenzaba Leonel Fernández, que sea el tiempo que le juzgue.

En ese dirección, ya el cronómetro está en marcha para medir, inexorablemente, en el tiempo si se cumplirán las promesas de un cambio bastante publicitado.