Por Rafael Acevedo

Alguien cercano insistía que le diera mi parecer sobre el actual trauma electoral. Mi pariente me requería que señalara los culpables, y explicara cuál había sido su trama. Porque para mi familia soy “su” experto en cuestiones sociales, políticas y afines. Recuerdo que empecé a estudiar ingeniería porque era bueno para las matemáticas; y porque era bien visto, “tenía futuro”, ser ingeniero. Pero también era aficionado a la psicología, y devoraba ansioso los libros de Adler, donde explicaba por qué había tantos inadaptados y neuróticos en el mundo.
Luego me conquistó el sueño de los fundadores de la sociología; aspiraban crear una ciencia sobre el hombre y la sociedad que coronara los demás conocimientos y resolviera las incógnitas y los conflictos entre los hombres.
El célebre biólogo austríaco Konrad Lorenz dijo cierta vez que es un error buscar el eslabón perdido, puesto que dicho eslabón somos nosotros, y que lo que falta en la cadena evolutiva es, precisamente, el hombre (del cual apenas somos un proyecto pobremente encaminado¬ -quiero agregar).
Para entrar en el tema que he eludido a mi pariente, luego de hacer varias averiguaciones, he sabido, de parte de expertos nacionales e internacionales (profesionalmente capaces y bien informados del caso), que lo que ocurrió fue un problema técnico mal manejado y peor comunicado.
Piensan que ninguno de los que dirigen la JCE sería capaz de permitir ni provocarle semejante daño al país. Igualmente, que tampoco es el momento de sustituirlos, puesto que, precisamente, ya son expertos en estos tipos de errores, achaques y defectos de los sistemas electrónicos de votación locales; y sería muy costoso y complicado buscar funcionarios libres de toda sospecha.
El problema de fondo es complejo. Tiene en su base la corrupción generalizada en la política y la administración pública, y en la falta de compromiso con el bienestar general de las mayorías por parte de miembros de determinados grupos de poder. Y la mala fe de unos pocos y el temor y la desconfianza de muchos. Y el pecado de todos.
Ahora, las acusaciones y contra acusaciones por faltas y errores acumulados están cobrando su cuota. Por su parte, ni la tecnología ni la ciencia sirven donde no hay buena voluntad.
La sociedad solo funciona si cada cual cumple su parte, lo que en sociología se llaman “expectativas recíprocas”.
Lo que procede ahora es recomponer la confianza mínima necesaria. En otros tiempos buscaban a un notable, a hombres de buena fama. Afortunada y oportunamente tenemos aquí a mediadores de la talla de Eduardo Frei hijo, de la OEA, a José Thompson, del IIDH, y expertos de reputados organismos internacionales. Y a buenos dominicanos que procuran servir a Dios y al país desde distintos lugares de liderazgo.
No siendo lo ideal, procede reconstruir la confianza en esa misma Junta. Si los errores habrían de estar adentro, gentes nuevas en esos puestos sería gran pérdida de conocimientos y de tiempo. El acompañamiento de expertos de organismos internacionales es absolutamente necesario. Y sobre todo: la vigilancia de los ciudadanos. Levantemos nuestra democracia.