La economía impopular
Por Daris Javier Cuevas
El impacto global que se ha derivado del COVID-19, es de una dimensión tal que el brote viral se ha desarrollado en más de 190 países y el mismo ha tenido consecuencias negativas muy notable en la economía a escala planetaria impresionante. Los efectos desbastadores son de tal magnitud se ha cuantificado que el crecimiento economico estaría registrando una contracción mensual de alrededor de un 3.1% al mes, implicando esto que la generación de la riqueza apunta hacia la destrucción acelerada.
Si también se valida que la caída del comercio global oscilaría entre un 16% y un 42%, entonces se está asistiendo a una hecatombe sin precedentes que tardaría años para recuperarse. No obstante, las perspectivas de la economía estarán en función del nivel de profundidad y el alcance en que se manifieste la recesión de la económica mundial.
Es en tal contexto que resulta riesgoso ponerle plazos a la recuperación y fin de la crisis ya que el impacto total de la presente recesión no se sabrá a ciencia cierta hasta que todos los países hayan alcanzado el pico de la pandemia, en virtud de que la situación del virus se mantiene en desarrollo y su influencia es cada vez mayor. En consecuencia, en la coyuntura actual los diferentes países del mundo están obligados a incrementar su política de endeudamiento público ya que hasta el momento es la única vía de financiamiento que tienen a su disposición los gobiernos en el mundo.
Las finanzas públicas lucen destrozadas y sin esperanza de repuntar en el corto plazo, lo que permite interpretar que el endeudamiento público es la única opción viable para mantener activos los signos vitales de la economía, la cual presenta un cuadro de emergencia de alto riesgos. Sin lugar a dudas, la crisis sanitaria global que ha derivado en una grave crisis económica ha colocado a los hacedores de política económica y a los gobiernos en una encerrona e implementar políticas monetarias y fiscales orientadas a estimular la actividad económica de manera inducida, y es en esas decisiones donde se estaría engendrando una economía impopular por la razón de que estas suelen ser retardadas en los objetivos que se persigue, pero también generan efectos negativos en los diferentes sectores y agentes económicos.
Si se parte de los fundamentos de la política macroeconómica, se debe estar consciente que elegir y priorizar una orientación de política económica en las actuales circunstancias, esto traería efectos negativos grave a un conglomerado relevante. Necesariamente aparecerán las perturbaciones económicas, fruto de que las políticas que se apliquen impulsarán devaluación, inflación y déficit presupuestario con una contracción en el crecimiento del PIB.
Ya el FMI ha sostenido que a escala global los préstamos de los gobiernos se expandirán del 3,7% del PIB mundial en 2019 al 10,9% al finalizar el 2020. En adición, estima ese organismo multilateral que las economías desarrolladas tendrán una relación entre el déficit presupuestario y el PIB por el orden de 3.5% en 2019 a 12.7% en 2020, lo que sería más preocupante en el caso de los EE. UU ya que dicho aumento sería del 5.8% a 16.7%.
En el caso de América latina, la CEPAL ha adelantado que al finalizar el 2020 el balance de la economía de la región registraría una contracción de -1,8% del PIB regional, lo que podría llevar a que el desempleo en la región se incremente en un 10%. Los efectos inmediatos de ese decrecimiento se expresarían en que, de un total de 620 millones de habitantes, el número de pobres en la región se incremente de 185 a 220 millones de personas excluidas de la justa distribución de la riqueza generada, pero la peor suerte seria para las personas en pobreza extrema que podrían aumentar de 67,4 a 90 millones.
En un contexto de economía impopular con incertidumbre, sin una determinada duración y sin precisión acerca de la profundidad de los efectos económicos relacionados con la crisis de salud, lo único cierto es el incremento de las percepciones de riesgo y volatilidad a nivel macroeconómico. En adición, las incertidumbres sobre la pandemia mundial y la efectividad de las políticas públicas destinadas a reducir su propagación han derivado en un mercado global más volátil que ha ido agravando la situación económica en cada País, lo que en la práctica se traduciría en una impopularidad de los gobernantes.