En memoria de Otto Morales
Por Rafael Chaljub Mejìa
Dedico estas líneas a Otto Morales, de cuyo asesinato se cumplieron cincuenta años ayer 16 de julio.
Los que militábamos en el Movimiento Popular Dominicano –MPD- en aquel entonces, teníamos como líder principal a Maximiliano Gómez –El Moreno-, por un conjunto de razones y cualidades que lo hicieron merecedor del reconocimiento de sus compañeros.
Entre los más fervientes seguidores y más sinceros admiradores de El Moreno estaba Otto.
Pero sucedió que Maximiliano fue apresado el 14 de enero de 1970, en marzo siguiente deportado, y cuando el partido parecía quedarse sin un líder, surgió Otto, que rápidamente se erigió en el dirigente más destacado y reconocido por toda la militancia emepedeísta.
Había que ver a aquel muchacho de veinte y tantos años manejando los asuntos de la alta política de un partido que estaba envuelto en una lucha frontal contra un régimen tan violento y despiadado como el de los doce años.
En medio de la persecución en que vivía, Otto dirigía la alta política, estaba atento a los asuntos de la organización y con un amor de clase y una solidaridad propia de los hombres de su categoría, se ocupaba de los problemas humanos y familiares de los demás.
El gobierno balaguerista estaba empeñado en la liquidación a cualquier precio del MPD y en ese momento, Otto era la presa más codiciada.
Para esos días era yo el responsable de la organización en Puerto Plata y, de acuerdo con mi compañero Miguel Ángel Muñiz, por nuestra propia cuenta, al notar que el cerco en que se hallaba Otto se estrechaba, decidimos que yo viniera a la capital y le propusiera que se saliera de aquí y se pasara un tiempo, a nuestro cuidado en Puerto Plata y en toda la región norte, de la cual el compañero Negro Peña, por quien Otto sentía una gran admiración, era en esos días el principal responsable.
Vine a buscarte, Gorila, le dije, después del clásico abrazo con que acostumbrábamos saludarnos. Estuvo de acuerdo y quedamos en que el traslado se haría en cosa de pocos días.
Pero la mano de los asesinos se interpuso y se llevó de encuentro a uno de los dirigentes más queridos y una de las mayores promesas del movimiento de izquierda dominicano. ¿Cómo no dedicarle unas líneas, en sincero tributo a su memoria, en este cincuenta aniversario de su muerte?