¿Qué queda?
Por Ana Mercy Otañez
Si eliminamos la correlación que nos ata a una profesión, una posición, un cargo, algo o alguien, la fortuna material, una enfermedad, una dependencia emocional o económica, los que otros piensan, dicen o nos dan, ¿qué queda de nosotros? ¡Nada! Porque nuestra esencia no debe girar en torno a lo que somos efímeramente, a lo que poseemos actualmente o a lo que nos duele en el instante. El presente no define quienes somos, ni por dentro, ni lo que sentimos, tampoco lo que necesitamos.
La pregunta
¿En qué momento, debemos detenernos y hacernos esta pregunta? Cuando el cansancio nos agobia, cuando las fuerzas se han ido, cuando el trabajo es más importante en nuestra vida, cuando el nido se ha quedado vacío, cuando se acaba una relación, cuando tenemos que decir adiós o simplemente cuando nos quedamos solos. ¡No! Esa pregunta surge en el instante en que un duro golpe nos tira, nos derriba, nos aprieta, nos hiere, nos pisa, nos desgarra y nos tumba hasta caer…
Hacer el viaje
Vivimos la disyuntiva de continuar, de levantarnos y seguir. Hay un duelo que pasar para hacer el viaje interno, que no es más que un análisis profundo que reconforta y es saludable, que llena y sana. Así se crece, se cierran ciclos y nos abrimos para continuar. He encontrado fortaleza en la ocupación, que trae grandes beneficios, en concentrarnos en un trabajo que satisfaga el corazón y nos llene el espíritu, sin darnos espacio a pensar en lo que nos agobia, nos perturba y nos inmoviliza.
Estar presente
“La atención es la caricia más hermosa”. De ahí aprendí a saber a qué y a quién le dedico mi tiempo, porque esa es mi mayor fortuna para otros. He dejado de lado los días cargados de compromisos innecesarios que solo les sirven a algunos para sentirse importantes y valiosos a nivel social, ya no lleno mi agenda para estar cansada sino para vivir el deleite de mis sentidos y el encanto de una vida simple, que encuentra bienestar en la simpleza de lo cotidiano.
De paso
Todos estamos de paso en esta vida y gastamos una gran cantidad de tiempo detrás de las imposiciones de la sociedad, no de nuestras propias necesidades, si queremos hacerlo bien, cuidemos primero de nosotros. Sanemos nuestras heridas para poder recargarnos de amor y saber ofrecerlo a los demás. Estar conscientes de quienes somos y de lo que somos capaces de dar nos ayuda a ofrecer a otros lo mejor de nosotros. Nos leemos la próxima semana.