Por Elso Martínez, miembro del C.C. del PLD.

Desde que Thomas Moro, pensador, teólogo, político y escritor inglés, publicara en el 1516 su famosa obra Utopía, la humanidad ha estado escuchando hablar y leyendo sobre el termino Utopía. Son muchas las acepciones que desde entonces se le atribuyen a este término, que mientras para algunos es sinónimo de quimeras, fantasías y sueños inalcanzables, o proyectos irrealizables, para otros es un sueño a alcanzar, una visión, un ideal de redención terrenal o celestial. Los líderes religiosos promueven la Utopía o ideal de redención celestial, conocido también como el paraíso, mientras que los líderes políticos promueven una Utopía o ideal de redención terrenal, en este caso, pudiera pensarse, que se trata de un estado ideal de bienestar, en el que las personas esperan ver satisfechas todas sus necesidades materiales e inmateriales. Pudiera decirse también de una Utopía sacra y de una Utopía profana.

Los pueblos necesitan siempre de alguna Utopía, un sueño, un ideal, una visión, que les dé razón a su existencia colectiva, que les despierte esperanza de salir del estado de sufrimiento, de limitación, de insatisfacción en el que se encuentran, de la misma manera que los individuos necesitan de una razón esperanzadora y motivadora para el diario vivir.

Desde los orígenes mismo de la humanidad, el hombre ha recurrido a la Utopía sacra, a la espera de algún Mesía o acontecimiento divino que le ayude a mitigar sus sufrimientos existenciales, ante la incapacidad de hacerlo por sí mismo, algunas veces aquí en la tierra, y las más de las veces en un lugar mítico llamado Paraíso. Cada sociedad, cada pueblo, construye también históricamente Utopías profanas, es decir, decide y define lo que quiere, hacia donde dirigir sus pasos, para alcanzar ese ideal de liberación, de paz, de progreso, de salvación, y de mejora de la calidad de vida, generalmente asociado a un líder que encarna, promueve y defiende tal ideal o tal Utopía. En lo que respecta al pueblo dominicano, podemos recordar que el profesor Juan Bosch construyó el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) sobre la base de una Utopía, de un ideal de liberación del pueblo dominicano, que prometía sacarlo del atraso, de la miseria, de la ignorancia, de la desigualdad y la exclusión social, y otras taras sociales, la cual fue asumida por todos sus seguidores dentro y fuera del partido; sin embargo, 20 años después de gobierno del partido de la Liberación Dominicana, a pesar de logros alcanzados en término de crecimiento económico y progreso social, existe la sensación de haber muerto la Utopía, sin que la misma se hiciera realidad como la concibiera el maestro; y con la muerte de la Utopía, también está muriendo el partido y las posibilidades de continuar gobernando los destinos de la nación dominicana.

No quisiera hacer las veces de prestidigitador respecto al futuro inmediato del partido (PLD) y su destino respecto al gobierno, pero si no logramos reinventar la utopía, correremos las mismas suertes de los partidos Reformista Social Cristiano (PRSC) y Revolucionario Dominicano (PRD), por solo citar dos.

Todo el que conoce de la historia política de Republica Dominicana de las últimas décadas, sabrá que estos dos partidos antes mencionados, tuvieron sus épocas de gloria, tanto en la vida social del pueblo dominicano, como en el control del gobierno, sin embargo, hoy no pasan de un cinco 5% del electorado dominicano, y haciendo un papel de simples bisagras políticas, para que otros dirijan el Estado, puesto que por si solos no motivan a las grandes mayorías, para que los conviertan en opción de poder y gobernar el país. La ausencia de Utopía, de un ideal de cambio, de transformación, de esperanza en los partidos políticos, hace que se pierda la institucionalidad y se fomente el grupismo, y con él, todos los vicios y desviaciones que le son inherentes, como el populismo y el pragmatismo. El discurso que nos han venido inoculando poquito a poquito, de que el partido (PLD) es una simple maquinaria electoral, sin compromiso social, ni participación en la definición y construcción de las políticas públicas, obedecen a esa falta de ideal, a la ausencia de utopía, que lo mantienen en estado agónico.

Ya el Partido de la Liberación Dominicana vivió su gran prueba con la salida del presidente Fernández y los excompañeros que le acompañaron en esa aventura, colocándolo en una condición de vulnerabilidad, que amenaza sus posibilidades de continuar siendo la fuerza política más importante del país; sin embargo la Fuerza del Pueblo, el nuevo partido creado por Leonel Fernández con los renunciantes del Partido de la Liberación Dominicana en octubre del 2019, es un proyecto político carente también de Utopía, de una orientación ideológica claramente definida, y eso se debe, a que las causas que provocaron la ruptura no fueron de indoles ideológicas, no se trató de una contradicción por la Utopía, sino, mas bien, por espacios de poder. La situación política nacional en los actuales momentos, me recuerda el experimento biogenético que tuvo lugar hace 21 años en el Instituto Roslin en Escocia, conocido como la Clonación, a partir de una célula adulta de una oveja considerada como la madre, la cual trajo como resultado el nacimiento de la archiconocida Oveja Dolly.

El experimento de la clonación del primer mamífero en la historia de la humanidad fue exitoso, sin embargo, la ovejita Dolly terminó muriendo de la misma edad y las mismas enfermedades que la oveja madre, porque se trataba de una copia fiel a la madre en términos biológicos.

Igual situación es la que se produce en términos metafóricos con el PRM y la Fuerza del Pueblo, ambos partidos formados a partir del desprendimiento de un grupo tanto en el PRD como en el PLD, respectivamente. En ambos casos pudiera decirse que fue exitoso, porque el país cuenta con dos nuevos partidos, que pudiera decirse, vienen a fortalecer la democracia dominicana, sin embargo, al igual que la oveja Dolly, ambos partidos, no solo están creados por el mismo capital humano de los dos partidos que le dieron origen, PRD y PLD, sino que arrastran los mismos vicios ideológicos y conductuales consustanciales con dichas organizaciones.

Situación similar a la que padecen el PLD y PRD, es justamente lo que se observa en el PRM y en la Fuerza del Pueblo, ausencia total de una propuesta ideológica y una propuesta programática ajustada a un ideal de esperanza, de paz, de progreso y calidad de vida para todos los residentes en el país, o lo que pudiera ser una verdadera Utopía, si no, todo lo contrario, lo que estos exhiben es, un populismo y un pragmatismo a ultranza, porque como reza el refrán popular “son astillas del mismo palo”. Sin embargo, estos dos nuevos partidos (PRM y FP) carecen de una estructura de dirección y un liderazgo colegiado como lo tiene el PLD en su Comité Político y el Comité Central, que ante cualquier posible atisbo de desviación despótica o actitud tiránica del presidente de la república, siguen siendo un verdadero contrapeso garante de la democracia; condiciones estas que no pueden exhibir las dos nuevas organizaciones de marras, cuya principal fortaleza y garantía de unidad y estabilidad interna, se sustenta en una suerte de mesianismo en torno a sus dos líderes principales Luis Abinader y Leonel Fernández.

Ahora bien, para los que pudieran ver mi razonamiento como una crítica a mi partido de la Liberación Dominicana, aprovecho para resaltar, que más que una crítica lo que he querido destacar es la gran oportunidad de mejora que aún tenemos, para reencontrarnos con las bases del partido y el pueblo dominicano, que a pesar de los pesares, sigue confiando en que debemos y podemos levantarnos de la ceniza como el ave fénix, que podemos reivindicar la vieja utopía, de aspirar a la construcción de una sociedad liberada del atraso, de la pobreza, de la ignorancia, de la inseguridad, de la exclusión social y de la dependencia económica política y cultural de otras naciones.

Pienso que la persona ideal para construir esa nueva Utopía para el Partido de la Liberación Dominicana, que pudiera conectar con el sueño del pueblo dominicano, debería serlo el actual presidente de la república, compañero Danilo Medina Sánchez, por la madurez política y la experiencia como jefe de Estado; ahora que dejará de ser presidente de la república, tendrá tiempo suficiente para seguir aportando lo mejor de sí a la reorganización y conducción de su Partido de la Liberación dominicana, el mismo que lo llevó a lo más alto del firmamento social y político de la republica dominicana, haciendo un esfuerzo más de responsabilidad social con su partido y con su pueblo.