Desde nuestros pueblitos hasta las enormes metrópolis estamos contaminados.

Por Fernando Despradel
Tomando el título del cantautor de Canarias Pedro Guerra que anda por estos lares de una de sus más famosas canciones «Contamíname», en automático pensé que a lo largo y ancho de nuestra media isla estamos contaminados.
No es para menos, en Loma de Cabrera un villorio, con una población que no sobrepasa los 12,000 habitantes la pasada noche del domingo ocurrió el múltiple asesinato de 5 jóvenes, 3 dominicanos y 2 haitianos.
Con esta despiadada crimininalidad en una batalla entre capos por el dominio territorial en un poblado distante 280 kilómetros de Santo Domingo y casi 5 horas de viaje.
Decía un periodista que cuando estalle una guerrita similar en Dajabón, las consecuencias serán más agravadas, debido a la gran cantidad de «puntos de ventas» existentes.
Igual ocurre en ciudades pequeñas del Sur, del Norte, del Este y ni hablar de múltiples sectores de Santo Domingo y Santiago.
El consumo y distribución de drogas nos arropa de Norte a Sur y de Este a Oeste, destruyendo cada día a la juventud.
Es preocupante la inoperancia de este negocio del micro tráfico de parte de las autoridades competentes.
Estamos como dice Pedro Guerra «contaminados».