El miedo a Trujillo no desapareció con la muerte del tirano.

Por Fernando Despradel

En la década de los 90’s mi suegro José Amado Merejildo, ciudadano prominente de Nagua, oriundo de Pimentel me presentó un militar de baja graduación (sargento) ya retirado, era de los «guardia» de la Era.
Con la confianza que se tenían mi suegro y el antiguo sargento, éste le había narrado crímebes horrendos cometidos en los pantanos y arrozales de la entonces Julia Molina, hoy Nagua.
Mi suegro me dijo -Fernando aquí te tengo al hombre que con lo que te cuente seguro escribirá una novela-.
Ya sabía por donde venían esos relatos despiadados y ya me había enamorado de la historia antes de escribirla.
Esas bestias sembraban vivos prácticamente a los desafectos del régimen, en lo que el pié derecho empujaban la cabeza de la víctima, fumaban con la mayor tranquilidad un túbano o un cigarrillo crema.
Igual llenaban de sangrijuelas el cuerpo semidesnudo hasta sentirlo desfallecer producto del suplicio.
El.sargento retirado mientas me contaba esos crímenes y fechorías de sus antiguos superiores, lo hacía en voz baja, casi un susurro, ubicados en un rincón muy apartado de la casa para que nadie oyera.
Frecuentemente el hombre de elevada estatura miraba para todos lados, para percatarse de la posible presencia de testigos.
«Luz y Sombra en el Pantano» fué el título de la novela que acogió esos valiosos testimonios del viejo oficial.
El texto fue incluido en la obra Novelas Contemporáneas de Avelino Stanley, recomendada en el apartado de «didáctica».

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