Origen y evolución de la campana
Por Domingo Peña Nina
De niño me tocó ver la construcción del campanario de la iglesia católica de la ciudad de San Cristóbal y posteriormente ser despertado con su repicar desde el amanecer y escucharlas también a diferentes horas del día llamando a los actos litúrgicos y oficios religiosos. Además, se oía su sonar en ocasiones especiales, advirtiendo al pueblo de cualquier acontecimiento importante y anunciando la llegada del año nuevo.
No existe una opinión aceptada unánimemente sobre el origen de la campana. La realidad es que se ignora quién, cuándo y dónde se le inventó. Algunos lo ubican en el antiguo Egipto, refiriendo que se encontraron pequeñas campanas junto a momias. Hay quienes afirman, incluso, que allí se le utilizaba para anunciar la venta de pescado. También se afirma que sobre el 2.500 a. C., la cultura china poseía doce campanas cuyos sonidos graduados expresaban los doce tonos musicales existentes en aquella cultura.
Pero de lo que no hay duda, desde el año 1500 a. C., es del uso de pequeñas campanas doradas en la vestimenta utilizada por el Sumo Sacerdote hebreo el día de la expiación de los pecados del pueblo. Debía entrar al lugar Santísimo del Santurario, además, atado a una cuerda y libre de pecado; de lo contrario moría tan pronto pisaba el lugar. El sonido de las campanitas mientras caminaba aseguraba que permanecía vivo. En caso de que muriera su cuerpo era halado por la soga que tenía atada.
La campana metálica actual, con su forma de copa invertida, se utilizó por primera vez en la región italiana de Campania, de donde deriva su nombre, el que es una abreviatura del sintagma italiano vasa campanao (recipientes de Campania). Allí se producía antiguamente un bronce de excelente calidad que era utilizado para su fabricación.
Domingo Peña Nina junto a la campana frente a la estacion de autobuses de Whashinton
No está claro cuándo comenzó a emplearse en los templos cristianos. No es posible fijar la época en que se introdujeron, pero se piensa que su uso debió derivarse del que ya tenía en Roma. Unos creen que fue san Paulino de Nola, muerto en el 430, quien la introdujo en los templos y se apoyan en el hecho de que las campanas fueron llamadas primero “nolanas”. De hecho, Nola se encuentra en la región de Campania y se sabe que en tiempos de san Paulino se utilizaba una serie de pequeñas campanas para reunir a los fieles.
Otros atribuyen la iniciativa al papa Sabiniano I, sucesor de san Gregorio en el año 504 y hay evidencia de que en Francia se les usaba en el siglo VII y en Inglaterra en el siglo X. Fue en el siglo XVI cuando se comenzaron a producir de tamaño exagerado; ejemplo de esto es la campana mayor de Toledo, en Españ, con un peso de cerca de cuarenta mil libras, y es hasta un siglo después cuando se les agrega adornos en su copa. Y la fecha de su fundición.
También el budismo ha vinculado el uso de las campanas a sus actividades religiosas. El Canon búdico palise asimila la voz divina al sonido de una campana de oro, de modo que las campanillas de los techos de las pagodas tienen como fin que los fieles perciban el sonido de la ley búdica.
Algo curioso es que antiguamente a algunas campanas se les castigaba colocándolas con la copa hacia arriba durante algún tiempo. Ejemplo de ello fue una de las campanas de la Giralda de la parroquia del Divino Salvador de Sevilla. En 1950 se le condenó a permanecer con la copa hacia arriba durante un año y se le dio una tanda de latigazos porque en su volteo despidió al campanero, que salió volando por la ventana.
Las campanas clásicas se componen de un vaso de bronce que forma la parte vibrante; el badajo en forma de pera alargada, productor del sonido, cuyo peso no excede normalmente el 1/20 del total; y las orejas o asas mediante las cuales se sujeta o suspende de los armazones especiales.
Hasta donde conozco, la campana de mayor tamaño es la del Kremlin, fundida en Moscú en el año 1733, con una altura superior a los seis metros, y cuyo peso se acerca al cuarto de millón de kilogramos.
Iglesia parroquial católica de San Cristóbal, con el campanario al fondo, a la derecha
La realidad es que las campanas forman parte de la cultura actual. Se les observa colocadas, en su mayor parte, en los campanarios de las iglesias y espadañas de ayuntamientos. También lucen en lugares tan dispares como el interior de conventos y monasterios, estaciones de tren, barcos, oficinas de la Bolsa y estadios deportivos en los que se celebran pruebas de atletismo.
Hasta ahora no se ha inventado ningún sistema de comunicación más rápido que las campanas para dar noticias a los habitantes de una localidad y continúan enviándonos mensajes. Transmiten alegría cuando suenan anunciando el inicio de un nuevo año y días festivos, de tristeza cuando nos informan del fallecimiento de alguna persona, o de alarma si suenan por algún acontecimiento especial como en caso de incendio.