El Sanedrín en tiempos de Poncio Pilatos
Por Hector Matos
El sanedrín era de hecho, la Corte Suprema de la ley judía cuya misión era administrar justicia interpretando la Torah, la ley sagrada. Tenía competencia en asuntos religiosos, penales y civiles. Aunque el Sanedrín podía entender las causas que le eran propias no podría condenar a nadie a muerte. El profeta Lucas los llamaba “los principales hombres del pueblo”.
Estaba compuesto de 70 miembros, más el Sumo Sacerdote, quien lo presidía. El Consejo era formado por tres grupos: los sumos sacerdotes, los senadores seglares, llamados también “ancianos” o “presbíteros”, y los letrados (“escribas”), que eran los teólogos de la época.
La palabra Sanedrín, del griego synedrion “asamblea, consejo, junta”) era la máxima autoridad político-religiosa del judaísmo postbiblico. El Sanedrín era en tiempos de Jesús la única institución puramente judía que quedaba en el territorio, d manera que pertenecer a él era la forma más eficaz que tenía un judío para ejercer su influencia entre su pueblo.
Representantes de la “nobleza laica” dentro del órgano supremo de gobierno judío poseían fortunas enormes. Por su lado, las profesiones de los escribas son grandemente variadas, así encontramos sacerdotes, comerciantes, un comandante de la fortaleza del Templo, carpinteros, constructores, e igualmente ocurre respecto a sus orígenes, pues se conocen incluso casos de escribas cuyas madres no eran judías.
El tercer grupo, los más poderosos, era el de los “sumos sacerdotes”, casi todos pertenecientes al partido saduceo (sacerdotal). El sumo sacerdote en ejercicio era el, presidente del Sanedrín, mientras que los sumos sacerdotes que ya habían cesado en su cargo conservaban, el título, pero no la presidencia.
Los mandos del sumo sacerdote relativos al resto del clero eran muchos, siendo el más importante que era la única persona que podía entrar en el Sancta sanctorum del Templo de Yahveh. Visto desde el punto político, el sumo sacerdote, como presidente del Sanedrín, era el primer representante de su pueblo ante la autoridad romana, y de su actitud hacia los conquistadores dependía en gran medida el comportamiento de su pueblo.
De este modo se sabe, por ejemplo, que los sumos sacerdotes Anás y Caifás tuvieron buen entendimiento con los romanos, mientras que más tarde, otros sumos sacerdotes se pronunciaron abiertamente a favor de la insurrección contra el emperador. Esos “sumos sacerdotes”, aunque en verdad no todos poseían ese cargo, eran la nobleza sacerdotal, los principales dentro de la jerarquía eclesiástica del Templo de Yahveh.
En fin, en el Sanedrín se encuentran representaciones a todos aquellos estamentos de la sociedad judía que tuviesen algún tipo de poder, en concreto el poder social (ancianos), poder legal (escribas) y poder religioso (sumos sacerdotes), cuya suma supone el ejercicio total (en la medida que lo consintieron los romanos) de los poderes político, económico y judicial.
Todavía no se sabe nada en absoluto del modo en que se ocupaba un puesto vacante en el sanedrín, pero desde luego se hacía de una manera democrática, como en los consejos griegos. A los candidatos se les exigía dominar el saber rabínico y ser israelitas puros y legítimos de nacimiento, y la ceremonia de admisión era la “imposición de manos” (smyk dyn) un “ordenación”.
El presidente del sanedrín o proedros, que era el sumo sacerdote, colocaba sus manos sobre la cabeza del admitido pronunciando alguna frase de otorgamiento de poderes. La autoridad civil del sanedrín de Jerusalén estaba restringida en tiempos de Jesús a las once autarquías o regiones en que estaba dividida Judea.
Ciertamente no tuvo jurisdicción alguna sobre Jesús mientras él estuvo en Galilea u otras regiones. Pero tenía un alto influjo moral sobre los consejos y sinagogas de todo el mundo judío, aunque no podía forzar a ninguna institución en sus determinaciones. Era un tribunal competente para tomar decisiones judiciales y medidas administrativas de todo orden, excepto lo que fuera competencia de los tribunales superiores o estuviera reservado al gobernador romano.
No se trataba de un tribunal de apelación final en caso de no estar de acuerdo con el fallo de un tribunal inferior. En esa época la apelación no existía, cuando un tribunal fallaba, su decisión era irrevocable. Actuaba como tribunal supremo sólo a solicitud de un tribunal inferior que no había sabido decidir.
Los casos graves que se reservaban al juicio del sanedrín de Jerusalén eran los relativos al juicio de todo un grupo de personas, como una ciudad entera, o cuando se tratara de juzgar a un falso profeta (jesús?) o bien al propio sumo sacerdote.