Por Celedonio Jiménez

La mayoría de los jóvenes dominicanos están resentidos frente a sus respectivos grupos familiares, de los que piensan que no reciben siempre los mejores ejemplos y tratos, frente a diversas instituciones de la sociedad, de las que entienden no le ayudan a convertirse en mejores ciudadanos, y frente a estructuras de diversos órdenes que les niegan, abierta o solapadamente, oportunidades de realización.

En nuestro país, según la organización internacional Visión Mundial, 850 mil jóvenes ni estudian ni trabajan, por no haber recibido la oportunidad de ser incorporados al quehacer educativo ni a la actividad laboral.

La misma institución referida ubica a la República Dominicana como el país de la región latinoamericana y caribeña que ocupa el primer lugar en el desempleo juvenil, al tiempo de señalar que poco menos de la tercera parte de los jóvenes del sexo femenino, comprendido entre 15 y 24 años, no tiene empleo.

Ante un panorama como el descrito aquí, podemos comprender los conflictos generacionales existentes en el país, y, más aún, podemos entender el porqué de algunas conductas de divergencia, rebeldía e inconformidad de una gran parte de nuestra juventud. Tales conductas han encontrado distintas vías de canalización, entre ellas, la participación responsable y activa de jóvenes que, en plazas públicas de la ciudad capital y de distintas localidades del país, han enarbolado demandas cívicas y políticas.

Por otra parte se ha manifestado la actitud de masivos conglomerados de jóvenes que entendiendo a los partidos y funcionarios políticos responsables de la situación del país y de la situación propia, han asumido erróneamente una postura “anti-política”.

Buena parte de este grupo ha encontrado una vía de expresión a través de la canción y música urbana.

Las posturas de abierto disgusto de nuestra juventud, han visto también su canalización a través de una masiva y activa participación en distintos órdenes y direcciones en las redes sociales, a las que dedican un gran tiempo, y además se han expresado mediante manifestaciones de lo que algunos han denominado como “intervención del cuerpo”, vale decir, tatuajes, colocación de piercing, lifting, peladas, forma de vestir, cirugías, etc.

Estas manifestaciones, si bien pueden obedecer al deseo de llamar la atención, diferenciarse o comunicar expectativas, también pueden ser una expresión de que no aceptan las cosas tal y como son ahora.

Esperamos que nuestra juventud divergente e inconforme siga adelante definiendo metas y caminos (medios), demandando una educación para la cooperación, una educación para superar la competencia ególatra, demandando una formación para la práctica de una conducta ética, auspiciadora de buenos ciudadanos y de una mejor sociedad.

Ojalá que los adultos del país, y nuestras instituciones, comprendan que estamos en la obligación de ponernos en una verdadera disposición de asistir a nuestra juventud.