La corrupción administrativa sí tiene cura

Por Celedonio Jiménez

La Cámara de Cuentas, institución que nuestra constitución vigente consagra como “el órgano superior externo de control fiscal de los recursos públicos, de los procesos administrativos y del patrimonio del Estado” (art. 248, sección II), fue objeto de una requisa, la semana pasada, por unas 12 horas, por parte de la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa (Pepca).

El director de la Pepca, magistrado Wilson Camacho, señaló que el organismo es investigado por “delitos de obstrucción a la justicia, coalición de funcionarios, falsificación de documentos públicos, asociación de malhechores, en los tipos penales de desfalco, estafa contra el Estado y lavado de activos provenientes de actos de corrupción”.

La acción del ministerio público, considerada como “sin precedente”, ha llamado la atención a gran parte del país, al tiempo que ha llevado a algunos a plantear que si una institución como la Cámara de Cuentas llega al rampante nivel por el que se le ha incriminado, hemos llegado a situaciones inimaginables, lo que a su vez les lleva a sostener que la corrupción administrativa es en nuestro país un mal incurable. En nuestra consideración éste es un punto de vista equivocado.

El mal de la corrupción administrativa tiene cura, y para ello es perentorio que: 1) No haya transigencia alguna frente a los actos penales e inmorales, vengan de donde vengan, y 2) Se llenen nuestras serias carencias de recursos éticos, tanto de carácter externo como de carácter interior.

Al hablar de recursos externos nos referimos a controles o dispositivos tales como leyes, reglamentos, normativas.

Y también nos referimos a medios de comunicación honestos e insobornables y a las redes sociales usadas responsablemente. Pero más importantes e indispensables que los recursos externos son los recursos éticos interiores, es decir, los principios y valores que poseen los servidores de la administración pública y privada.

En los gobiernos del PLD, y bajo la conducción del Dr. Bidó Medina y Lidio Cadet, las comisiones de ética evacuaron una inmensa cantidad de normativas, pero ¿para qué sirvieron? Por eso son tremendamente importantes los controles que tienen que ver con la conciencia moral de los servidores administrativos.

En su ausencia es habitual que se busquen atajos para burlar los controles externos. Por eso compartimos el planteamiento de que para que haya una gestión administrativa honesta es vital “educar en la honradez” a los funcionarios y pequeños servidores (Bautista, Oscar, “Etica para corruptos”, 2012, Pág.16).

La transformación de personas adultas es una tarea ardua. Pero la formación pertinaz de nuestros infantes, en base a principios y valores éticos, llevará a descartar la idea de que la corrupción es consustancial a los seres humanos, y de que por tanto, la corrupción es un cáncer insuperable.