Justicia poética
Por José Báez Guerrero
Abogados europeos y gringos llaman “justicia poética” al evento extrajudicial que remedia o confirma derechos ante conflictos difíciles.
Quizás es horroroso mezclar poesía con querellas jurídicas. Comoquiera, la poesía revela mejor que cualquier género quién es quién: pone ante espejos al lector, permite comulgar con sentimientos y emociones.
Obliga a pensar al remover la sensibilidad. Hay gente tan inmune a la poesía como si estuviesen inoculados desde niños o padecieran alguna deficiencia espiritual o intelectiva. La definición en español de la poesía acusa cierta asepsia casi clínica, de autopsia.
¡Pero vive! Los franceses, más amablemente, dicen que es “el arte de evocar, sugerir las sensaciones, impresiones y emociones mediante un empleo particular de la lengua y la unión intensa de sonidos, ritmos, armonías e imágenes”.
Las clases de literatura del Carol Morgan me obligaron a conocer la Antología Norton, cuyas 1,376 páginas reúnen 1,113 poemas por 251 poetas, y enseña: “La poesía anima a abrazar la paradoja y la contradicción, lo inesperado, aquello que es impensable”. ¡Ni Clausewitz lo dijo mejor!